RELATO Nº 5 El Palacio de los Candados – Escrito de Guillermo Capellán en Cárcel de Vª Las Rosas – Febrero de 2003
01:30 horas, madrugada del 14 de Febrero de 2003
Me encontraba incomunicado en la oficina del primer piso, en el ala izquierda de la Comisaría 7ª de Barrio El Tribuno. En la más absoluta oscuridad y con frío, puerta cerrada con llave. Así me encontraba sintiendo el helado piso tirado en el suelo. En mi mente daba vueltas una palabra: Chachapoyas.
Los romeristas eran básicos y en especial el Rey Juan Carlos, como le gustaba y lo excitaba que lo llamen. Estoy seguro que no tenían la más puta idea de que significaba “chachapoyas” ni qué o quienes fueron y no tengo tiempo estando preso para enseñarles nada al oscuro romerismo. De eso que se encargue José Ingenieros .
Estoy preso! Por un sucio negociado a cargo de Julio Castillo el lacayo testaferro de Romero. ¡Por Dios, tanta mediocridad en la incultura pasmosa del Poder! Leí todo el estudio de la Universidad de Salta sobre el impacto ambiental de la Planta de Gas y también leí cobre del Pueblo de Chachapoyas y sus ancestros.
Pero estoy seguro que “Su Majestad” ni sabía que ese pueblo existió y mucho menos de mis conocimientos sobre El Popol Vuh. Eran tan básicos los hijos de puta que solo sabían decir “SI JUAN CARLOS”. y yo un negro peronista inserto en el Poder de la Oligarquía con prosapia y de un empresario Gobernador… ambos con cultura restringida como la plaga de perversión política.
Desde la oficina-celda escuchaba el bullicio en el Complejo Nicolás Natale donde la libertad danzaba con el ritmo del Carnaval. Esa algarabía azotaba mi cuerpo tembloroso y frío. Me dolía la vida. Me dolía todo. No sabía por qué me encontraba ahí sin derecho a pedir agua ni ir al baño. Esa era la “esencia” de la doctrina romerista algo casi bíblico: el monje negro, Ángel Torres solía decir a quienes se oponían a Juan Carlos poniendo el límite a quienes no aceptaban que Romero era un semi dios.
Recién a las tres de la madrugada del viernes 14 de febrero de 2003, ordenándome que me mantuviera despierto, el Comisario Principal Roberto Sergio Guanuco entró impetuoso y sin encender la luz, dijo “ponete en bolas que te van a revisar y no se te ocurra decir ni una palabra”.
Temblaba, me hacía mucho frio ese 14 de febrero de 2003. Tenía sed y hambre. La oficina helada, celda improvisada, en absoluta oscuridad, Guanuco encendió la linterna invitando a pasar a alguien. Previo a eso, Guanuco me ordenó que me pusiera de pie y me dijo “cuando te ponga el dedo en el centro de la cabeza vas a comenzar a girar”
“Pase Dra, de estos de estos no hay que confiarse. Está esposado Dra” y dirigiéndose a mí dijo “Ponete de pie y sacate toda la ropa. Toda. Mirá a la pared”. Me tomó del brazo izquierdo y apretándome con fuerza me ubicó en el centro de la oficina vacía y me alumbraba el cuerpo con su linterna”.
Vi una mujer vestida de médica que me observaba mientras la luz de la linterna recorría mi cuerpo. Era la Dra. Claudia Marcela Giner. Previo a eso, Guanuco me ordenó que me pusiera de pie y me dijo “acordate comenzá a girar cuando te ponga el dedo en la cabeza” y empecé a girar.
“Pase Dra, no hay que confiarse de “estos”. Está esposado” Guanuco me hizo dar tantas vueltas sobre mi eje. De pronto me saltaron las lágrimas y sentí algo muy caliente en mis pies y entre mis piernas. Me había orinado.
Se fue la médica y muy mareado y meado me senté en un rincón de la oficina y estallé en el llanto silencioso de la impotencia.
Folio 14 / EXPTE Nº 86796 – 13 DE FEBRERO DE 2003
(Increíble, la Dra. Giner hizo el informe el 13/02/03 (Nº 3) y me había revisado en la madrugada del 14 de de febrero de 2003. Qué infamia. Y me revisó en plena oscuridad a la luz de linterna de Roberto Guanuco)
El Jefe Policial volvió. Me di cuenta por el tic tac de la reactancia del tubo fluorescente. Encendió por primera vez desde mi detención y la luz me aguijoneó los ojos y soportando el sollozo igual me saltó una lágrima, tal vez, la lágrima más grande de toda mi vida. Fui agraviado y humillado por el maltrato. Completamente desnudo, me mantuvieron así media hora más en la helada habitación de la planta alta de la comisaría del barrio El Tribuno.
“EL CHANCHO O HABITACIÓN DE TORTURAS”
El Comisario Principal Roberto Sergio Guanuco me ordenó que me vistiera con mis andrajos y sin un abrigo. “Preparate…” me dijo el guardia “que seguro vas ir al Chancho”. Cerré los ojos y dormité unos minutos frente a un escritorio. Comenzó a despuntar la mañana. Me dolía la vida y estaba congelado.